lunes, 5 de julio de 2010

El mundo está loco.

Después de un tiempo presa entre mis cuatro paredes, decidí recorrer ese mundo. Ese que conquistamos juntos, pero esta vez sola, ya sin vos.
Todo ha cambiado aquí afuera, no lo había notado antes pero está todo muy raro últimamente. Recuerdo cuando lo normal era saludar a la gente, cuando la amabilidad y la cordialidad reinaban. Cuando hacer lo correcto no consistía sólo en no asaltar, violar o asesinar a alguien. Hacer lo correcto era ayudar a quien lo necesitara, ya sea a una persona adulta, un ciego o un niño. Hacer lo correcto era disculparse cuando chocabas con alguien, devolver el vuelto que el kiosquero te daba mal. Los diarios informaban, no criticaban. La televisión educaba, y el chisme y escándalo no encontraban espacio.
El mundo se ha vuelto loco. No entiendo qué le pasa a la gente. La apariencia física parece ser lo principal, y normal es quien usa los métodos más insalubres para conseguir la belleza. La mujer pasó a ser un objeto preciado, la perfección se mide con un tal 90-60-90, y la dignidad parece haber tomado un segundo o tercer plano.
¿Cuándo fue que dejamos de hablar para resolver nuestros problemas? ¿Cuándo fue que permitimos que la violencia se usara para callarnos?, ¿cuándo fue que desapareció la conciencia, aquella con quien arreglábamos las cuentas al finalizar el día? No entiendo porqué no podemos aceptarnos todos como somos, homosexuales y heterosexuales, gordos y flacos, inteligentes y no tanto, fuertes y débiles, jóvenes y viejos, hombres y mujeres.
Estoy harta de prejuicios. Dejaré que me llamen “la loca” por sonreír mientras camino, por cantar alegremente en voz alta, por ceder un asiento o por recoger residuos que no son ni míos. Pero lo haré feliz, porque yo sí me aferro a mis convicciones, porque yo sí respeto mis principios, porque sí canto el himno orgullosa, porque estoy convencida de que algo puedo hacer para cambiar esta historia.