domingo, 24 de abril de 2011

Marcas que enseñan..


Todos pasamos por momentos duros en la vida. Momentos en los que nos sentimos sumergidos dentro de un hueco profundo, sentimos que es imposible estar más abajo. Tocamos fondo. Allí donde absolutamente todo nos afecta, las palabras llegan hasta el fondo y donde las malas situaciones nos hacen estallar de bronca y tristeza. Todos llegamos al fondo, lo bueno de esto es como muchos dicen, más abajo no se puede ir. En algún momento hay que volver a empezar y volver a subir.

Estos momentos de nuestra vida son los momentos que más nos marcan de por vida, son los que nos convierten en personas más fuertes, son los que nos hacen madurar, a veces a los golpes. Son aquellos momentos en los que crecemos como personas. Es ahí cuando entendemos muchas cosas. Porque la melancolía es sabia. Porque las lágrimas entienden mucho más que simplemente dolor.

Aceptarnos como somos es lo fundamental. Porque la mayoría de las veces no buscamos nuestra propia aceptación, buscamos la del resto, y no me refiero a la aceptación de cualquiera en general, si no de específicas personas que marcan nuestra vida y nuestro destino. Sentimos esa estúpida necesidad de conformar a esos otros con nuestra personalidad, nuestros actos. La aceptación debería ser una consecuencia de la personalidad, no al revés. Y si mi personalidad no logra la admisión, debería ser algo con lo que puedo lidiar.

Poco es el tiempo de felicidad que vivimos comparado al de una vida completa. Pero sentarse a esperar que por fin ese momento feliz se lleve a cabo es desperdiciar la vida. Salir a vivirla después de todo no es tan mala idea. Cada situación difícil que viva va a marcarme más que cualquiera rutinaria, va a marcar mi personalidad, mi forma de pensar y de ver la vida. Son marcas que le dan un giro a tu filosofía de vida, marcas que duelen pero que sanan. Marcas que enseñan.

martes, 12 de abril de 2011

No es fácil ser cordobés..

Me pareció interesante compartir esto con ustedes, fue escrito por una gran escritora cordobesa, Cristina Bajo.

No es fácil ser cordobés

No es fácil ser cordobés, porque nacimos de una desobediencia, porque nos castigaron con una injusticia y porque nuestros fundadores eran algo raros: traían más libros que armas, cargaban vides, limoneros, olivos, higueras y los primeros rosales de la Argentina.

Siendo una de las últimas en fundarse, Córdoba abrió la primera universidad sin descuidar el levantar molinos y fábricas, donar conventos, cultivar la mala vida, dar a luz al primer poeta y propiciar que nuestros paisanos no tuvieran que depender de los terratenientes para vivir. Por aquella desobediencia y aquella injusticia, porque tuvimos que luchar contra políticas nacionales que no siempre veían con tranquilidad que creciéramos, los cordobeses resultamos rebeldes, impacientes, con una gran capacidad de trabajo y una propensión volátil a estallar.

Tenemos a Dios y al diablo en el cuerpo: somos clericales y ateos, populistas, clasistas, conservadores y reformistas, y generalmente marchamos a contrapelo del país.

Eso sí, nunca llegamos en silencio; más de una vez nuestras explosiones, para bien o para mal, han cambiado el curso de la historia.

Esto hace que a veces - no siempre de la mejor manera -, nos mostremos superiores por el solo hecho de ser cordobeses, aunque tenemos a nuestro favor que distinguimos el orgullo de la soberbia, siendo que el primero puede ser virtud, y la segunda siempre es defecto.

Pero si algo nos redime, es el humor. A veces socarrón, otras veces irónico, de vez en cuando agudo y siempre ocurrente, nos emparenta con los andaluces que traían vides, rosas y libros, y con cierta cualidad ladina, buenamente taimada, de nuestros indios. Es este un humor vivo, que abarca todas las clases sociales, que se palpa en los barrios, que florece en las cátedras, que discurre por los pasillos tribunalicios, que parpadea en el médico más serio, en el chico de la calle, en las vecinas primorosas y en los paisanos de a caballo, en moto o en bicicleta.
Como ya dije, no es fácil ser cordobés, pero el humor ayuda.