lunes, 4 de julio de 2011

Carta a cada mujer

Para ellas. Para todas y cada una. Para las excluidas de la sociedad, para las discriminadas y para las discriminadoras. Esta carta es para las amas de casa, las abogadas y las médicas. Para las que nunca tuvieron la posibilidad y para aquellas que dejaron pasar el tren. Para aquellas luchadoras incansables y esas feministas incesantes. Para aquellas que desearían ser hombres y para esas que conocen los placeres de ser mujer.

Desde mi humilde posición de mensajera, vengo a pedirles que se detengan unos minutos a leer, y a reflexionar. Hay algo que anda mal, y no estamos siendo capaces de reconocerlo. ¡Abramos los ojos mujeres!

Estamos en esta situación, en la cual tenemos un pasado duro, donde hemos perdido miles de compañeras en la lucha por nuestros derechos. Compañeras que han dado la vida por nosotras, por sus sueños. Hemos obtenido logros impensados siglos atrás. Todo esto gracias al hecho de estar unidas en la lucha, por pelear día a día, por no darnos por vencidas.

Pero debo decir que después de un pasado tan duro aunque exitoso, tenemos un presente triste. Tristísimo. Me hago cargo de lo que digo. Es en nuestro afán por ser iguales que ellos, que hemos perdido nuestra esencia, nuestra bondad, pero por sobre todas las cosas hemos perdido nuestro feminismo, que es lo más triste de todo.

Es hora de dejar atrás la excusa de que vivimos sometidas dentro de una sociedad machista. Debemos dejar de pensar en eso, porque somos nosotras quienes nos sometemos al mismo tiempo a esa prisión. Somos nosotras quienes decidimos encarnar todo el tiempo el papel de víctimas. Las invito mujeres, a plantearse su presente. A redefinir a los culpables de su situación. Porque, si lo pensamos bien, las culpables solo somos nosotras. Si no comenzamos por respetarnos y a hacernos valer a nosotras y a cada una, no podemos pretender que ellos lo hagan.

Dejemos ese papel de enamoradas tontas, pero no dejemos de enamorarnos. Dejemos el papel de sostén de familia o de ama de casa, o tomémoslo sólo cuando sea por decisión propia. Dejemos de preocuparnos por lo que piensan los otros y ocupémonos de nosotras mismas que mucho trabajo tenemos por delante.

Quiero dejar en claro mi objetivo, el objetivo de este mensaje. Es inútil seguir con el papel de sometidas si somos nosotras mismas quienes nos sometemos. Dejemos de ocuparnos en temas que ya están resueltos, porque lo único que logramos con eso es cuestionar que somos capaces de ocupar el lugar que merecemos y que hemos ganado. Avancemos hacia el futuro con la cabeza bien en alto y las ideas claras, de quienes somos, de por qué estamos acá y porqué merecemos estar acá.

Por último, quiero compartir con ustedes un texto también para reflexionar. Y háganlo con cada aspecto de sus vidas. Piensen realmente si la relaciones que tienen son las que quieren, si la situación en la se encuentran las hace felices, si les brinda algo positivo. Si no encuentran algo bueno, piensen en cambiar algo, en fijar objetivos a corta y larga distancia, sin dejar que la pereza nos gane esta partida que consiste en nuestras vidas. Sepan que cada cosa que se propongan puede ser realidad, que sólo necesitan luchar, necesitan evolucionar..

“Si uno no abandonara a las personas o a las cosas nunca, no tendría espacio en su vida para lo nuevo. Evolucionar constituye una infidelidad a los demás, al pasado, a las antiguas opiniones de uno mismo. Cada día debería tener una infidelidad esencial, una traición necesaria. Se trataría de un acto de optimismo, esperanzador, garantizaría la fe en el futuro, una afirmación de que las cosas no sólo pueden ser diferentes, sino mejores.”

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