miércoles, 4 de enero de 2012

El fin de un ciclo

Todos en algún momento tenemos esa necesidad, que puede corresponderse con el fin de año, de “poner en una balanza” todo lo vivido en un tiempo respectivo. Son formas de medir nuestras experiencias felices, y nuestros fracasos de alguna forma también; es también alimentar las excusas de nuestras responsabilidades ignoradas, lamentar los sueños frustrados y proyectar unos nuevos; es la forma de comparar entre nuestras conquistas y nuestras batallas perdidas.

Algunos justificarían la necesidad de eternizar los no numerosos momentos felices para poder así sobrellevar los momentos de transición e incertidumbre. Otros dirían que nadie debería ligar su felicidad a un motivo externo a su persona para no convertirse en esclavos de algo ajeno, o que deberíamos aprender a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida y llenar nuestros vacíos internos con lindos recuerdos.

Yo creo que la vida es un “ida y vuelta”, que todo tiene sus pros y sus contras, que somos nosotros los responsables de aprender en cada instancia lo que ella nos propone. Debemos fijarnos metas, pero debemos estar dispuestos a cambiarlas. Porque lo que nos hace hoy feliz, puede que no sea lo mismo que mañana. Debemos estar dispuestos a enfrentar los obstáculos; nadie nos enseña realmente cómo comportarnos en cada situación, pero debemos estar dispuestos a reconocer nuestros errores y a pedir perdón, a aprender a actuar como corresponde. Nos reímos del jorobado, sin saber que es el peso de la vida el que está acarreando. Encontraremos el camino más pedroso que libre, pero sólo depende de nosotros levantarnos más sabios que antes.

Son los silencios los que importan más que las palabras, son las miradas las que valen más que las sonrisas. Somos nosotros quienes elegimos con quien caminar el camino, qué camino recorrer y si nos tiramos al abandono o no. Somos nosotros quienes activamos nuestros mecanismos de defensa. La vida se trata de ceder, cedemos ante cada persona con la cual nos relacionamos, pero cada uno decide cuales son los propios límites. No importa para que lado tire la balanza, no importa cuáles sean los caminos que elijamos, lo que importa es que seamos felices, sin subestimar la palabra.

En fin, ese necesidad de medir el cierre de un ciclo. De sentir que nuestra vida vale la pena, que no estamos en este tierra por nada, y que en el fondo, todos tenemos un objetivo de vida. A fin de cuentas, eso es lo que importa.. que las cuentas cierren.

1 comentario:

  1. me pone muy contenta que hayas encontrado la manera de seguir camino. No sólo se trata de "lo que no te mata te hace más fuerte", sino que después de los golpes inesperados lo que más vale es no sentirse una piedra por dentro. Al contrario, esos golpes te forman más humano, aún cuando esa no parece ser la misteriosa intención..

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